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ALTA CONFLICTIVIDAD / Los “aliados”, mandan

Argentina conocía las maniobras británicas en el Atlántico Sur, la versión del accidente no es veraz y el submarino no estaba en el lugar informado oficialmente

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

Entre finales de octubre y el mes de noviembre el gobierno británico realizó operaciones navales en el Atlántico Sur que incluyeron el lanzamiento de misiles Rapier. De las mismas participaron más de mil quinientos efectivos, aviones Eurofighter, unos de los cazas más modernos de las fuerzas inglesas, y la batería de misiles de corto alcance que integra la defensa instalada en la base militar de las islas Malvinas, a 60 kilómetros de Puerto Argentino.

El problema es que la información no es una sospecha: el gobierno argentino registró la decisión oficial y efectuó un reclamo formal. Está escrito: la protesta fue presentada por el vicecanciller Daniel Raimondi en una nota entregada en la embajada del Reino Unido. La queja se sustentó en los operativos programados entre octubre y noviembre, se dijo a los medios por entonces en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

La Señal Medios buscó el registro. El mismo señala, de modo textual: «La República Argentina rechaza la realización de estos ejercicios en territorio argentino ilegítimamente ocupado por el Reino Unido, los que desconocen resoluciones de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, que instan a ambos países a reanudar las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía”. Esa fue la advertencia de Cancillería, con fecha del 26 de octubre de 2017.

El Reino Unido desconoció el reclamo y siguió adelante. Su acción derivó en que buques y submarinos británicos operaran en la zona durante todo el mes que concluyó la semana pasada. Cuando el ARA San Juan “desaparece” no estaba en la región prevista para las comunicaciones. Se hallaba más al sur, pasando la línea imaginaria de Puerto Madryn, acercándose al límite admitido. En las cercanías de su último punto de contacto, un submarino británico, asistido por un par de otra bandera, estaba realizando ejercicios de control según lo previsto.

Con posterioridad, el gobierno de los Estados Unidos dio a conocer la versión asentada en el sonido de una explosión. En nuestro país, las autoridades tomaron la idea y la complementaron rápidamente: “seguramente no tuvieron tiempo de avisar, la explosión los tomó por sorpresa”. ¿Lo recuerdan? Sigamos. Pero si se hubiera tratado de un suceso accidental –la poco creíble historia de la rotura de caso, el ingreso de agua y finalmente, un cortocircuito-, el concepto sorpresa adquiriría un valor relativo.

Veamos; ante estas emergencias, según nos indica personal especializado, el submarino está preparado con un sistema de boyas y balizas satelitales que cualquier tripulante, manualmente, puede lanzar; aún azorado por el imprevisto, pues para eso ha sido instalado. El apresuramiento oficial en indicar que “los tomó por sorpresa” sólo indica que el ARA San Juan recibió un impacto externo muy potente que dejó fuera de combate inmediatamente a los marinos; es decir, fue atacado. Por eso no tuvieron el tiempo suficiente.

Lo grave de la información que ahora estamos suministrando, a poco de llegar a nuestras manos, es que al menos tres países tienen información de lo ocurrido. Y si resulta delictual pero entendible el ocultamiento del Reino Unido y los Estados Unidos, beneficiarios de la hegemonía militar obtenida en el Atlántico Sur tras la contienda de 1982, es inadmisible que, contando con los mismos datos, la Argentina, su Estado en manos del presente gobierno, no haya informado, y siga sin hacerlo.

Esto corrobora el artículo presentado hace 17 días por feliz iniciativa de Julio Fernández Baraibar, cuando publicamos que fuentes reservadas vinculadas con la Marina nos indicaron que “La nave estaba en misión de observación en una zona vedada”. Es decir dentro de la exclusión determinada unilateralmente por el ocupante británico de las Islas Malvinas. La versión que, tras chequear, hicimos circular, dio origen a dos explicaciones, una más razonable que la otra: que el submarino se topó con una mina que había quedado de aquella guerra; que el submarino fue atacado y hundido. La misma fuente sostuvo, dado el secreto de la actividad militar del submarino: “nunca se sabrá, en el corto plazo, lo que pasó, porque es evidente que la nave estaba enfrente de las costas malvinenses”.

Finalmente, nos permitimos ingresar por un instante en las procelosas aguas de la especulación, basados en la información específica vertida y en la concepción públicamente difundida por el gobierno liberal desde su asunción: la dualidad contradictoria entre lo ocurrido y el balbuceo oficial sólo hallaría explicación en la enorme conflictividad de un suceso de esta naturaleza. Pues el Estado Argentino, si narra la verdad, debería imputar a sus principales aliados por una agresión contra el país que dice representar.

• Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

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